XVI DOMINGO DEL T.O. (B)
Domingo 21 julio 2024
Mc 6,30-34
«Cuando bajó de la barca, Jesús vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas».
(Mc 6,34)
Aunque estamos acostumbrados a ver en nuestras iglesias diversas esculturas de Jesús, Él no es una estatua, indiferente e inanimada. Lo vemos en este versículo del evangelio de Marcos, del que emerge un Jesús particularmente atento a la realidad que lo rodea. Notemos el verbo ‘ver’: “Él vio». Jesús no vuelve la cabeza a otra parte, no finge no ver. Él mira con atención y, aunque ve una multitud que lo espera, Él capta la singularidad de cada uno de los presentes. ¡Ve la persona necesitada vagando sin una meta segura, que ni siquiera imagina que existe una meta! El verbo que sigue, consecuencia del mirar atentamente, es «tuvo compasión». La raíz de este verbo en griego recuerda precisamente a las entrañas, es por tanto una compasión visceral, íntima, algo que lo marca profundamente. Encontramos el mismo verbo en la parábola que, con razón, es mejor llamarla «padre misericordioso» más que «hijo pródigo» (Lc 15,20). El padre, figura del Padre celestial, sufre visceralmente la ausencia de su hijo y, cuando éste aparece en el horizonte, se estremece hasta lo más profundo. En definitiva, como decía Juan Pablo I: «Dios es Padre y Madre juntos». Este es nuestro Dios, Él se conmueve por ti y no es indiferente como a veces puede parecer. ¡La verdad es que no eres tú quien lo espera, sino Él quien te está esperando a la orilla del mar!
p. Giuseppe