V DOMINGO DE PASCUA (B)
Domingo 28 abril 2024
Juan 15,1-8
«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el agricultor. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo sarmiento que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya son puros, por la palabra que les anuncié. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes son los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí nada pueden hacer. El que no permanece en mí es desechado como una rama y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y lo queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y les será dado. En esto es glorificado mi Padre: en que den mucho fruto y sean mis discípulos».
(Jn 15,1-8)
Un agricultor que quiera hacer fructificar su viña para obtener un producto D.O.C. [que significa Denominación de Origen Controlada = calidad], cuida las viñas y trata de sacarles el máximo provecho: todo sarmiento que da fruto se poda y todo sarmiento que no da fruto se corta.
En la Biblia, el pueblo de Israel es comparado por los profetas con una vid floreciente (Os 10,1; Jer 2, 21) y en este pasaje del Evangelio Jesús afirma que Él es la vid VERDADERA, el Padre es el agricultor y cada uno de nosotros un sarmiento. El Padre poda cada sarmiento que da fruto, literalmente lo ‘purifica’, para que dé más fruto. En este breve discurso, Jesús repite por cinco veces el verbo ‘permanecer’, la primera vez en modo imperativo: “¡permanezcan!” Esta exhortación del Maestro nos hace comprender que no es automático por parte nuestra permanecer en Él, precisamente a causa de la poda, que crea dolor y nos empuja instintivamente a separarnos…
Permanecer unidos a la vid significa mantener nuestra confianza en el Señor incluso en los momentos de purificación por los que pasamos. En una palabra, ¡se necesita FIDELIDAD! Por eso el verbo griego «permanecer» también tiene el significado de «resistir». Cuántas veces estamos tentados de dejar, por ejemplo, la oración personal porque no «sentimos» nada, ningún consuelo, ninguna presencia… Pero es precisamente en ese momento cuando el imperativo de Jesús debe sacudir nuestro corazón: ¡PERMANECE en Mí! Depender de Él, día a día, nos transforma y nos hace dichosos.
¡Ora, no te rindas! Recuerda la promesa: «pidan lo que quieran y se les dará» (Jn 15,7).
p. Giuseppe