XIV DOMINGO DEL T.O. (A)
Domingo 9 de Julio de 2023
Mt 11,25-30
«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
(Mt 11,28-30)
El evangelio de Mateo es el único que relata una invitación particular que Jesús dirige a los cansados y oprimidos: vayan a Él y acepten su yugo. El término «yugo» no se encuentra en ningún otro versículo de los evangelios e indica un utensilio de madera con forma, que se sujeta al cuello de los animales para someterlos por parejas al trabajo. En la Biblia, se utiliza principalmente de forma alegórica, para indicar la opresión de la esclavitud, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En particular, Pedro, en el contexto del llamado primer concilio, en el que los apóstoles y los ancianos se reúnen para decidir qué hacer con la Ley de Moisés, afirma: «Ahora, pues, ¿por qué tientan a Dios, imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos soportar?» (Hch 15,10). Es evidente que se trata del yugo de la Ley. Pedro continúa diciendo que todos, judíos y gentiles, se salvan por la gracia de Jesucristo.
Pues bien, Jesús nos invita a tomar sobre nosotros su yugo, que es dulce, y su carga, ligera. Partiendo del término yugo (zugòs en griego) y añadiendo la preposición sol- (= con), se forma el término sùzugos: que también significa esposo/esposa. El mismo fenómeno se produce en latín, con el término correspondiente al italiano, «coniuge», de cum iugum, que nosotros traducimos con cónyuge. El marido y la mujer, por tanto, llevan el mismo yugo, caminan a la misma velocidad, están siempre juntos: es el yugo de la amistad conyugal.
Jesús, por tanto, nos ofrece su yugo. Él sabe bien que el hombre está sometido a diferentes yugos: el de la mentalidad del mundo, el del egoísmo, el del pecado… Una vez más, Jesús nos invita y nos exhorta a decidir (personalmente, ¡y no por tradición!): «o conmigo o contra mí» (cf. Mt 12,30); o su yugo de amor, que se funda en la libertad, o el yugo que genera esclavitud; o la puerta estrecha (Mt 7,13), que es Él mismo, o la puerta ancha, que es todo lo demás. Llevando su yugo, junto con Él, nos convertimos en sus «esposos», y vivimos la realidad de la ley del amor, que «suscita en nosotros el querer y el obrar según su designio de amor» (Flp 2,13). No llevamos solos la carga, al contrario, es Jesús quien la lleva y el suyo es el único yugo que es fuente de felicidad. Francisco de Asís comprendió bien la dulzura del yugo del Señor y dijo: “¡Es dando como se recibe; perdonando como se es perdonado; muriendo como se resucita a la Vida Eterna!».
p. Giuseppe