ASCENSIÓN DEL SEÑOR (A)

Domingo 21 de Mayo de 2023
Mt 28,16-20

«Mientras tanto, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. Cuando lo vieron, se postraron. Pero dudaban. Jesús se acercó y les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
(Mt 28,16-20)

En el evangelio de Mateo, además del Monte de los Olivos, sólo hay otro al que se hace referencia con el artículo determinativo. Es «el monte» situado junto al mar de Galilea, familiar a la comunidad de Jesús, en el que el Maestro se retiraba a orar (14,23) y donde recibía a las multitudes y curaba a los enfermos (15,29); es el mismo monte en el que Jesús pronunció el famoso Sermón de la Montaña o de las Bienaventuranzas. El relato del evangelista Mateo se cierra volviendo a esta misma región donde el Señor había comenzado su ministerio público.

Los discípulos están aturdidos, su Maestro ha sido crucificado y, según el testimonio de las mujeres, ha resucitado al cabo de tres días. Se encuentran en el lugar indicado por Jesús y, como estaba predicho, lo ven y lo adoran. PERO, los discípulos dudan…. Sin embargo, ¡lo estaban viendo, tal como anunciaron las mujeres! El hecho de que lo adoren significa que lo reconocen como resucitado y Señor; no sabemos cuál es la naturaleza de su duda, pero el verbo utilizado aquí es el mismo que encontramos también y sólo (en el Nuevo Testamento) en el relato de Jesús que camina sobre las aguas y al que los discípulos confunden con un fantasma; cuando Pedro intenta ir hacia él, al ver el fuerte viento tiene miedo y empieza a hundirse. Jesús le agarra y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?» (Mt 14,31). Pedro no duda del Resucitado, sino en sí mismo, en sus propias capacidades y posibilidades.

Después de su resurrección, Jesús está consciente del estado de ánimo de sus discípulos, que deben acostumbrarse a una relación distinta con Él, y no les reprende por su duda, sino que les manda: ¡Vayan!

La mejor estrategia para superar nuestras dudas y miedos no es darle vueltas, sino salir, exponernos, ponernos en la circunstancia de depender de Él y no de nuestras propias capacidades. No podemos esperar a estar «preparados» para salir, sino que simplemente debemos ponernos en camino, entrar en intimidad con Aquel que nos prometió: Yo estoy con ustedes todos los días.

Ya podemos experimentar la dicha en esta tierra por todo lo que nos falta, ¡porque ÉL está con nosotros!
“Quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta” (Santa Teresa de Ávila).

p. Giuseppe