III Domingo del T. O (C)
Domingo 26 de enero de 2025
Lc 1,1-4; 4,14-21
«“El Espíritu del Señor está sobre mí, para esto me ha consagrado con la unción y me ha enviado para dar buenas nuevas a los pobres, para proclamar libertad a los cautivos y recuperación de vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos y para predicar el año de gracia del Señor.
Enrolló el pergamino, se lo devolvió al encargado y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de escuchar. ”»
(Lc 4,18-21)
El capítulo 61 del libro del profeta Isaías, que Jesús proclamó en la sinagoga de Nazaret, contiene una profecía referente al Mesías de Israel, el Ungido, que es enviado a anunciar y proclamar a los prisioneros y oprimidos la liberación y la vista a los ciegos… Finalmente, toda la misión se resume en una sola frase: “ proclamar el año de gracia del Señor”.
Jesús afirma que esta profecía se cumple “hoy”, por lo que Él declara ante su pueblo que él es el Mesías, marcando así un paso decisivo en la historia.
Pero ¿qué se entiende por “año de gracia”? Para entender esto debemos remontarnos al capítulo 25 del libro de Levítico, que habla explícitamente del año del jubileo. El Señor ordena contar 7 veces 7 años, es decir 7 x 7 + 1 = ¡50! Ese 1 representa la nueva creación. En el antiguo Israel, en el año 50° se producía la liberación, es decir, cada uno recuperaba la posesión de lo que había perdido: su propiedad o, si era esclavo, su libertad.
El hecho de que Jesús aplique esta profecía mesiánica de Isaías significa que con Él se ha inaugurado un año jubilar escatológico, ¡en el que el Mesías de Israel ha venido y volverá para recuperar todo lo que el diablo ha robado a Dios, a través del pecado! Jesús vino a sacarnos de las manos de aquel que es más fuerte que nosotros, que quiere reducirnos a la esclavitud y a la opresión, para llevarnos a las manos del Padre. Por eso el apóstol Pablo dice: “¡Ustedes han sido comprados a caro precio!” (1Co 6,20; 7,23). El pecado nos vende y nos pone en manos del diablo; ¡la gracia de Dios en Jesucristo, en cambio, nos recupera y nos conduce a vivir el espíritu de Filiación! Si no lo experimentas, es momento de decirle al Señor: “Padre, ¡te necesito! ¡En el nombre de Jesús, tráeme de regreso a Ti!”.
P. Giuseppe