La esperanza es mirar hacia el futuro. No es el optimismo lo que decepciona, ni la esperanza, ¡no! La esperanza es como una locomotora que va a un destino. Es la mecánica del Espíritu Santo. Si el destino es atractivo, el motor también funciona bien. Nuestras metas son sobretodo las promesas que tenemos y su cumplimiento. Las promesas son hermosas; Jesús nos los dio.
También hoy queremos mirar al futuro con esperanza. Tengo esperanza porque Jesús está conmigo. ¡Jesús camina conmigo! Camina conmigo y me lleva de la mano. Así como ha estado conmigo y me ha guiado hasta ahora, seguirá estando. ¡No me dejará en paz!
El tema del primer encuentro en Prešov (una ciudad en el este de Eslovaquia) con los miembros de Koinonía de Italia, fue: «Aquí estoy, soy la esclava del Señor, que me suceda lo que dijiste». María dice: «Sí» y comienza a realizar el plan de salvación. A partir de ese momento (del 13 al 15 de mayo de 1994), el plan de Dios para la Koinonía comenzó a realizarse en Eslovaquia.
Los comienzos, hace 30 años, fueron difíciles. No teníamos nada. Nos dieron una casa alquilada y tuvimos que irnos después de un año, porque no teníamos dinero para pagarla. No teníamos a dónde ir y durante un año vivimos separados (un grupo de las primeras personas consagradas) en dos apartamentos en Košice. Después de un año nos mudamos a Zlata Idka, a una casa parroquial abandonada, donde nadie había vivido durante 20 años. No se trata de quejas, al contrario, de esta manera recuerdo que el escenario de Camparmò se nos ha repetido muchas veces.
Pero la comunidad crecía. Cada año dabamos la bienvenida a 70 miembros nuevos. Nuestra esperanza nos llevó adelante, sabiendo que hay un mañana por delante, al que Jesús nos conduce. Cuando empezamos a construir una casa nueva en el 2004, no teníamos miles de euros en el banco. El arzobispo de Košice, monseñor Alojz Tkáč, bendijo las 3 hectáreas de tierra y dijo: Dios provee, Él los cuidará. Y así fue. En los cimientos de la nueva casa pusimos una piedra traída de Camparmò. Un signo de la poderosa semilla de esperanza que ha crecido y hoy es un árbol robusto.
Durante la pandemia, pero especialmente durante la guerra en Ucrania, tuvimos una experiencia interesante y poderosa. Nuestra casa se conviritió en un lugar de acogida para 200 refugiados, y es aquí donde los ucranianos que huían encontraron al Cristo vivo. Les ofrecimos nuestras camas, nuestro calor, nuestra protección. Nuestro mayor tesoro son las relaciones, la amistad.
Mi última experiencia fue precisamente esa: dejé mi casa en Vyšný Klátov durante tres meses y recibí una misión en un oasis polaco: Nowy Radzic. Los hermanos y hermanas de Vyšný Klátov están en mi corazón como un tesoro, pero los hermanos y hermanas polacos también han entrado en mi corazón. Esta es la mayor experiencia y la mayor riqueza para mí. Y debo subrayar que mi prioridad misionera ha sido la de estar cerca de ellos, como escribe Pablo: ser como la fragancia de Cristo.
p. Milan Bednárik