Domingo entre la octava de Navidad (C), Sagrada Familia

Domingo 29 diciembre 2024
Lc 2,41-52

«Cuando lo vieron quedaron asombrados, y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos.» Y él les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre?”. Pero ellos no entendieron lo que les decía. Entonces descendió con ellos y vino a Nazaret y se sometió a ellos. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres.»
(Lc 2,48-52)

Según la Palabra de Dios, existen tres solemnidades que obligan a peregrinar a la Ciudad Santa de Jerusalén: la Pascua (Pesach), Pentecostés (Shavuot), las Tiendas o Tabernáculos (Succot). En este sentido, el evangelio de Lucas dedica una perícopa a una particular peregrinación que realizó Jesús cuando tenía doce años. Doce años es la edad para un niño judío del Bar-Mitzwâh, es decir, cuando madura, es responsable de sus acciones, contrae la obligación de observar la ley mosaica y es considerado hijo de la ley; en la educación, su padre puede recurrir a medidas fuertes.

La pequeña familia de Nazaret, de buena familia judía, viaja como de costumbre a Jerusalén. De regreso a Nazaret, después de un día de camino, los padres se dan cuenta de que Jesús no está en la caravana. En ese momento regresan a Jerusalén y lo buscan entre sus familiares y conocidos. Sólo después de tres días de angustiosa búsqueda lo encuentran, en el templo, sentado entre los doctores que lo escuchaban e interrogaban.

En el capítulo que nos ocupa, el evangelista Lucas utiliza dos expresiones muy similares que describen el desarrollo de Jesús como hombre. En el v. 40: «El niño crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba sobre él»; y en el v. 52: «Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres». El tema central es el crecimiento de Jesús, su convertirse en maduro, en hombre. Y aquí precisamente, por primera vez, Jesús se refiere públicamente al Padre (¡no a José!), utilizando casi con toda seguridad la conocida expresión aramea «Abbà«. Además, en el v. 51, se dice que «descendió, pues, con ellos y vino a Nazaret y se sometió a ellos».

Para crecer y convertirnos en hombres maduros, auténticos cristianos, estamos llamados a vivir con fuerza estas dos características, que también estaban en Jesús:

– la dimensión de la filiación: sentirnos hijos de Dios, amados y queridos por Él, no por casualidad en esta Tierra; Incluso si nuestros padres no nos acogieron, esto no quita el hecho de que estamos en el plan del Padre.

– la sumisión, o mejor dicho «docilidad» incondicional, también cuando pensamos que los demás saben menos que nosotros. La docilidad es el camino maestro hacia la perfección.

P. Giuseppe