XXVIII Domingo del T. O. (B)
Domingo 13 de octubre de 2024
Mc 10,17-30
«Entonces Jesús fijó su mirada en él, lo amó y le dijo: “Una cosa sólo te falta: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven! ¡Sígueme!». Pero al oír estas palabras su rostro se ensombreció y se fue entristecido; ya que poseía muchos bienes.»
(Mc 10,21-22)
Mientras Jesús pasaba de pueblo en pueblo camino a Jerusalén, la gente salía a las calles a saludar a este rabbi que rápidamente se hizo famoso. En particular, un joven corre hacia él, se arrodilla ante él y le hace una pregunta fundamental: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Jesús, quizás sorprendido por esta pregunta, le recuerda los mandamientos. Después de escuchar la lista, el joven le responde al Maestro que ha observado todas esas cosas desde su juventud. En este punto Jesús se dirige a él con una serie de actitudes y palabras: (1) fija su mirada en él, (2) lo ama, (3) le dice: «Sólo te falta una cosa: (4) vete, ( 5) vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y (6) ¡ven! (7) ¡Sígueme!».
La palabra clave, entre todas ellas, es ¡SÍGUEME! Un imperativo que vale para mí, para ti. Siempre hay un paso adelante que Jesús nos pide dar en nuestra vida, algo más. Él nunca está quieto, avanza y nosotros estamos llamados a despertar de nuestro letargo y seguirLo, en una amistad dinámica. ¿Cómo saber si estamos dando los pasos hacia adelante que el Señor nos pide? ¡Basta comprobar si respondemos con alegría a sus solicitudes! Si, de hecho, nuestro corazón está ligado de manera interesada a los bienes materiales, nos entristece el mandato de Jesús, como al joven del Evangelio. Bien lo dice san Pablo: «La avaricia del dinero es la raíz de todos los males» (1 Tim 6,10). Poseer riquezas no es un mal en sí mismo, pero estar atado a ellas sí lo es. ¡La auténtica riqueza es tener el corazón libre de apego a los bienes materiales y saber compartirlo con quien lo necesita!
P. Giuseppe