XIX DOMINGO DEL T.O. (B)

Domingo 11 agosto 2024
Juan 6:41-51

«Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que desciende del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá para siempre y el pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo.»
(Jn 6,49-51)

En la aldea de Cafarnaúm, a orillas del lago Tiberíades, hoy es posible visitar las evocadoras ruinas de la sinagoga del siglo V, que se levanta sobre los restos de la del siglo I, donde, con toda probabilidad, Jesús pronunció este discurso, uno de los más difíciles de entender y acoger.

Jesús habla del maná y de su cuerpo. Los israelitas, en su éxodo de Egipto y al atravesar el desierto, experimentaron la mano providente de Dios a través del maná, ese alimento providencial con el que el Señor los nutrió. A cada israelita se le permitía recolectar un gomer (aproximadamente 4 litros) de maná por día, al amanecer. Y esto durante cinco días a la semana; el sexto tenían que recoger dos gomer, uno de los cuales estaba destinado al consumo del séptimo día, el sábado. El maná no podía conservarse de un día para otro, porque se podría, lo que sin embargo no sucedía con el gomer recogido en previsión del descanso sabático. Una disciplina singular, a través de la cual Dios enseña a su pueblo a confiar y depender de Él, diariamente.

¡No es fácil! La naturaleza humana tiende a poseer y por eso el Señor nos permite que en nuestra vida pasemos pruebas y dificultades, precisamente para hacernos depender de Él.

Jesús habla del “pan del cielo”, que es de Dios, en referencia a él mismo. A diferencia de los sinópticos, el Evangelio de Juan no relata la institución de la Eucaristía dentro de la última cena, pero lo hace aquí, con este discurso, presentando la ofrenda que Jesús hace de sí mismo.

En nuestro peregrinaje terrenal orientado hacia la tierra prometida-el Paraíso, tenemos con nosotros a un Dios que provee a nuestras necesidades materiales, pero también y sobre todo a un Dios que se hace por amor alimento y bebida. Él quiere habitar en nosotros y participar en los detalles de nuestra vida: ¡Emmanuel!

p. Giuseppe