XIV DOMINGO DEL T.O. (B)
Domingo 7 julio 2024 Mc 6,1-6
«Salió de allí y vino a su tierra (Nazaret) y sus discípulos lo siguieron. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos, escuchándolo, se asombraban y decían: “¿De dónde le vienen estas cosas? ¿Y qué sabiduría le ha sido dada? ¿Y las maravillas que realiza con sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no están aquí con nosotros?”. Y era motivo de escándalo para ellos».
(Mc 6,1-3)
Jesús era sin duda un personaje extraordinario, tanto en su discurso, lleno de sabiduría, como en sus acciones, marcadas por signos prodigiosos. Y la gente de Nazaret no puede dejar de captar estos aspectos. Sin embargo, la excepcionalidad de Jesús queda de alguna manera ofuscada por el contexto en Él que vive: era uno de ellos, vivía una vida cotidiana normal, conocían a todos los miembros de su familia. Al final del v. 3 leemos: “Y era para ellos motivo de escándalo”. Escándalo, según su significado etimológico, es un obstáculo en el camino, algo que se encuentra en la vía y, de alguna manera, nos impide continuar. Reflexionemos sobre este aspecto: cuántas veces en la vida perdemos bendiciones y oportunidades, precisamente porque seguimos escandalizados. Tenemos un pre-juicio y cuando las cosas no suceden según ese pre-juicio, se convierten en un problema, en un obstáculo para nosotros. En este caso, lo que se convierte en un obstáculo es la normalidad. Estamos hambrientos de excepcionalidad y de novedad, y no nos damos cuenta de que el Señor, Emmanuel, el Dios con nosotros, no deja de buscarnos y de entrar en los detalles cotidianos de nuestra vida. Dios de la normalidad hace las cosas excepcionales. Pidamos, pues, al Señor la gracia de dejarnos despojar de todo prejuicio, no para escandalizarnos creando un Dios a nuestra imagen, sino para convertirnos cada vez más en su imagen. p. Giuseppe