XIII DOMINGO DEL T.O. (B)

Domingo 30 junio 2024
Mc 5,21-43

«Y vino uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, el cual, al verlo, cayó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hijita se está muriendo: ven y pon tus manos sobre ella, para que pueda ser salvada y viva”. Fue con él. Una gran multitud lo siguía y se reunió a su alrededor. (…) De la casa del jefe de la sinagoga vinieron a decir: “Tu hija ha muerto. ¿Por qué sigues molestando al Maestro?”. Pero Jesús, oyendo lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: «¡No temas, sólo ten fe!».
(Mc 5,22-24.35-36)

Jairo es un nombre de origen hebreo (Yair) que significa «el hace resplandecer/brillar». En el caso del personaje en cuestión, como veremos, lo que brilla es la fe.

Jairo se encuentra en una situación desesperada: ¡su hija está a punto de morir! Es singular observar cómo él no se limita a presentar el drama sino que, como buen organizador, él mismo le dice a Jesús lo que debe hacer. Esta actitud ya es indicativa de la fe de Jairo. Pero entonces, como un dardo que mina la fe de este hombre, llega brusca y desgarradora la noticia de la muerte de la pequeña. ¡Está muerta, no hay nada más que hacer! Si Jesús hubiera llegado antes, tal vez… ¡pero ya! Éstas son las expresiones típicas de resignación, que es una actitud contraria a la fe. A medida que avanza la historia, nos encontramos con una pequeña palabra, formada por una sola sílaba, pero con un fuerte peso sintáctico, que da un vuelco a esta situación de desánimo. «PERO Jesús, habiendo oído lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga: “¡No temas, sólo ten fe!”». Jesús, incluso ante el hecho de la muerte de la niña, quiere mantener a Jairo en una dimensión especial de fe. Para ello lo anima con dos imperativos: «no temas», «sólo ten fe», o mejor dicho «¡sigue teniendo fe!». La fe es el indispensable punto de partida para obtener una gracia del Señor. Quien duda – dice Santiago en su carta – no piense que pueda recibir algo de Dios (cf. St 1,6-7). La fe que recibe es la fe perseverante que no retrocede, como la fe de Jairo, que hace honor a su nombre: ¡aquel que hace brillar!

p. Giuseppe