COMENTARIO AL EVANGELIO – SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR (B)

Domingo 2 junio 2024
Mc 14,12-16.22-26

«Mientras comían, Jesús tomó el pan y recitó la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Después tomó un cáliz y dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: “Esta es mi sangre de la alianza, quede derramado por muchos. En verdad les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el reino de Dios. Después de cantar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos».
(Mc 14,22-24)

Este pasaje del Evangelio nos lleva a Jerusalén, y precisamente al Cenáculo, que es la sala que recibió la última cena de Jesús con sus discípulos cuando celebraron la Pascua en la ciudad santa. Es la noche de la despedida: después de años de vida común con los suyos, llega para el Maestro el momento de dejarles.

Con las palabras «esto es mi cuerpo y ésta es mi sangre», Jesús manifiesta su clara y madura decisión de dar su vida por nosotros. “Nadie tiene un amor más grande que éste: dar su vida por los propios amigos. Ustedes son mis amigos” (Jn 15,13-14a).

Jesús no ha sido sólo un personaje importante, que ha marcado la historia por un instante. Él sigue marcándola y sigue haciéndose presente en nosotros, en lo íntimo de nuestro corazón. No sólo nos amó hasta el final, hasta la muerte y muerte de cruz, sino que también nos ofrece la oportunidad de amarlo y responder a su amor. Y nos da una gracia muy especial: ¡poder incluso comerlo! Esto puede dejarnos desconcertados, pero pensemos por ejemplo en una madre que, mirando a su recién nacido, lo abraza, lo llena de besos, le da mordiscos casi como para «comérselo». Comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre en la Eucaristía es un gran misterio y es el camino privilegiado de intimidad con Él. ¡Hacernos uno con el otro es la ley del amor!

p. Giuseppe