XXXIII DOMINGO DEL T.O. (A)
Domingo 19 de Noviembre de 2023
Mt 25,14-30
«Se acercó finalmente el que sólo había recibido un talento y dijo: “Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; tuve miedo y escondí tu talento en tierra; aquí tienes lo tuyo”. Su señor le respondió: “¡Criado miserable y perezoso! ¿Sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí? Debías haber entregado mi dinero a los prestamistas; y al regresar yo, habría retirado mi dinero con los intereses”».
(Mt 25,24-27)
El uso del término ‘talento’ para indicar una capacidad de ingenio o una habilidad particular, proviene de esta palabra. En el origen, el talento era una moneda de alrededor de 30 kg que valía aproximadamente 6000 denarios; ¡pensando en que un denario correspondía al salario diario de un obrero, nos damos cuenta de la gran cantidad que fue confiada a estos criados!
En el cuento, el padrón demuestra una confianza incondicional y ponderada hacia sus criados, teniendo en cuenta su capacidad. Los primeros dos criados corresponden a tal confianza, considerando los talentos recibidos como de su propiedad; de hecho, no se trataba de un préstamo, ya que el verbo usado (paradìdomi) es el mismo que se usa al entregar una herencia. El caso del tercer criado es diferente, definido como “inútil”. Debido a su juicio con respecto al padrón, el miedo lo impulsa a sepultar el talento, para tener una garantía: de acuerdo a la tradición hebraica, de hecho, una vez enterrado, ya no estaba obligado a indemnizarlo en caso de robo. No confía en su padrón, y por esta razón, usa su cerebro para protegerse en lugar de usarlo para ganar dinero. El miedo, además, lo paraliza, tiene miedo de correr riesgos, de equivocarse, de pecar. A diferencia de los otros dos sirvientes, por miedo no sintió nunca que el talento fuera “suyo”.
El reino de los Cielos se basa en la confianza. Jesús nos dijo: “Ya no los llamaré siervos, los he llamado amigos” (cfr. Jn 15,15). Él ya puso de su parte, ahora nos corresponde a nosotros abandonar todo miedo y ponernos manos a la obra: hagamos fructificar nuestros talentos con la plena confianza de que lo que Él nos confía es suyo y nuestro, y de que lo que hacemos, lo hacemos junto con Él, participando de su alegría.
p. Giuseppe