XXIII DOMINGO DEL T.O. (A)

Domingo 10 de Septiembre de 2023
Mt 18,15-20

«En verdad les repito: si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
(Mt 18,19-20)

«Amén» es un término hebreo que se encuentra en el evangelio de Mateo unas 30 veces y, cuando está al principio de los discursos de Jesús, se traduce como «en verdad». Da solemnidad al discurso pero, sobre todo, indica que lo que se va a decir es digno de fe, verdadero, cierto y vinculante para quien lo pronuncia, en este caso ¡el mismo Jesús! Por tanto, debemos prestar mucha atención a las palabras que siguen al amén. Jesús habla de la oración comunitaria y de las condiciones para que sea eficaz:

– estar en dos (¡al menos!);

– ¡pedir! Es la condición sine qua non, sin la cual no conseguimos nada. Pedir no sólo algo, ¡sino cualquier cosa! Incluso grandes gracias, curaciones…;

– ponerse de acuerdo. El verbo griego es sumphonèo, literalmente es la afinación armoniosa de muchos instrumentos musicales. De ahí también la palabra «sinfonía».

Estamos llamados a «afinar» en nuestra oración familiar o comunitaria, a no «desafinar». Este es el punto más delicado de la empresa, porque no sólo significa tener una unidad de propósitos y estar de acuerdo en la petición que hay que dirigir al Padre, sino también lograr la armonía en nuestras intervenciones, participar en la oración de los demás saliendo de la vorágine de nuestro egoísmo, ser un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32); en definitiva, «crear una sinfonía».

Afinar nuestros instrumentos equivale a reconciliarnos, mirarnos a los ojos y abrir nuestros corazones, dejando salir cualquier peso o sombra que pueda desentonar con la oración. Porque al igual que un instrumento que permanece en un lugar demasiado frío o demasiado caliente se estropea, lo mismo ocurre con nuestro corazón. Sólo a través del perdón y la reconciliación nuestra oración se convierte en una sinfonía que asciende al cielo y hace descender las gracias solicitadas. Jesús lo prometió comprometiéndose con el amén.

¡Basta de vivir como cristianos resignados! Jesús nos impulsa a pedir, juntos, en comunión, reconciliados, con la confianza y la certeza de que lo que pedimos lo recibimos, porque Él lo pide al Padre con nosotros.

p. Giuseppe