A todos los hermanos y hermanas de los oasis – realidades de la
Koinonía Juan Bautista
¡Cristo ha resucitado!
«Si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia».
(Rm 8,25)
Querida hermana, querido hermano:
El Adviento es un tiempo dedicado a la espera del nacimiento de Jesús. La Navidad es un evento acaecido realmente, hace poco más de dos mil años, en un rincón remoto del Imperio romano y en medio de un pequeño pueblo con una antiquísima historia: Israel. Este pueblo, más que cualquier otro, nos enseña la importancia del tiempo y, consecuentemente, de la espera.
La Palabra profética salida del corazón del Señor hay que acogerla y custodiarla a lo largo del tiempo y, como de la semilla en la tierra, una vez muerta –es decir, cuando parece que nada se logra- tenemos el nacimiento de una nueva planta, así también la palabra profética pasa a través del “punto muerto” en el cual parece vacía y estéril. Ese punto muerto para el pueblo de Israel duró siglos.
El tiempo que transcurre entre la promesa y su cumplimiento se caracteriza, por tanto, por la confianza incondicional en Aquel que ha hecho la promesa. El ejemplo más nítido lo tenemos en nuestro padre Abraham, el cual sabía lo que dejaba, pero no sabía lo que le aguardaba y, día tras día, se dejaba guiar y motivar por la voz del Señor. Precisamente porque él «esperaba la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios» (Heb 11, 10).
Queridos amigos, en esta fase de gestación nos vamos purificando de nuestro querer ocupar el puesto del Señor y de querer realizar nuestros proyectos en virtud de nuestro modo de ver y de interpretar la realidad. Esto ocurrió también en Abraham, cuando consintió a la propuesta de Sara, su mujer, de tener un hijo de su esclava.
De hecho, es algo propio de este tiempo buscar alternativas al obrar del Señor a través de respuestas y soluciones a problemas “todavía irresueltos”, acompañadas de prejuicios, malhumores y habladurías: actitudes contrarias al espíritu de comunión.
Les exhorto, por tanto, a no eludir esta espera, sino a vivirla en plena comunión con el Señor y entre nosotros y con renovado entusiasmo, sabiendo que Jesús permanece fiel y cumplirá, a pesar de nuestras carencias, aquella que Él llama en la profecía de Camparmó: “Mi obra gloriosa”.
Solo permaneciendo unidos y perseverantes podemos reconocer Su presencia y Su obra en nosotros y en medio de nosotros. Que Jesús no deba decirnos también a nosotros como dijo dirigiéndose a la ciudad santa de Jerusalén: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos (…) porque no reconociste el tiempo de tu visita» (cfr. Lc 19,42.44).
Que el Señor en esta Navidad, en comunión con el renovado clima de sinodalidad de la Iglesia universal, nos visite donándonos nuevo vigor en la evangelización, nuevas vocaciones, un paso adelante en el campo de la formación y de la estructuración y, sobre todo, renueve nuestra amistad y nuestras relaciones familiares.
Confiando en que Jesús, con su nacimiento, nos sorprenderá aún, te saludo con afecto deseándote una espera serena y una próspera Navidad.
Even Sapir, 25 de noviembre de 2021
p. Giuseppe De Nardi
Pastor general